Venezuela enfrenta nuevos temores de hiperinflación ante sanciones y desplome del bolívar
Venezuela se adentra nuevamente en una tormenta inflacionaria, de acuerdo con recientes estimaciones que advierten que la inflación podría escalar hasta un 530 % al cierre de 2025.
El fenómeno está impulsado por el colapso del bolívar, la caída de la producción petrolera y el endurecimiento de las sanciones impuestas por Estados Unidos, factores que agravan el ya frágil panorama económico del país.
Tras dos años de relativa estabilidad, la inflación ha resurgido con fuerza. Según datos de Bank of America Global Research, la inflación mensual alcanzó el 26 % en mayo, frente al 18 % de abril, marcando el ritmo más acelerado en años.
Los temores de hiperinflación han regresado”, advirtió Sebastián Rondeau, economista de la entidad. El deterioro en la estabilidad de precios es grave y se está acelerando”.
De acuerdo con medios españoles, el repunte inflacionario es resultado de una combinación de vulnerabilidades estructurales internas y nuevas presiones externas, principalmente la reimposición de sanciones al sector energético venezolano a inicios de este año. A esto se suma una caída en la producción petrolera, que continúa afectando las reservas en divisas del país.
En abril, la inflación anual llegó al 229 %, un salto significativo respecto al promedio interanual de 94 % registrado en el mismo periodo de 2024.
De mantenerse esta tendencia, Bank of America anticipa que 2025 podría convertirse en el peor año económico desde el devastador ciclo hiperinflacionario de 2017–2019.
Gran parte de la presión recae sobre el sector petrolero, principal fuente de ingresos del Estado venezolano. La producción diaria cayó a 870.000 barriles en abril, desde 980.000 en marzo, según datos de Bloomberg y Bank of America. Esta disminución ha sido atribuida directamente a la decisión de EE. UU. de revocar licencias clave que permitían a empresas extranjeras operar en el país.
A finales de mayo, la administración Trump negó la renovación de la licencia que permitía a Chevron y varias firmas europeas continuar operando bajo exenciones de sanciones. Como consecuencia, Chevron suspendió la exportación de cerca de cinco millones de barriles, golpeando severamente los ingresos del gobierno de Nicolás Maduro. También se vieron afectadas otras operadoras extranjeras como ENI y Maurel & Prom.
El escenario se agravó aún más en marzo, cuando el expresidente Donald Trump anunció aranceles del 25 % para países que importen petróleo venezolano y del 15 % para las importaciones directas desde Venezuela. Estas medidas no solo recortaron exportaciones, sino que también intensificaron la presión sobre el tipo de cambio.
El bolívar se ha depreciado a un ritmo promedio del 13 % mensual en lo que va de 2025, anulando los breves signos de estabilidad vistos en 2024, cuando el Banco Central intentó controlar el mercado con intervenciones limitadas y reservas en divisas.
Ante este escenario, economistas y analistas internacionales advierten que Venezuela podría estar al borde de una nueva hiperinflación, una que combina sanciones externas, desequilibrios fiscales internos y una profunda fragilidad monetaria.
Pero esas reservas prácticamente se han agotado. Con las exportaciones de petróleo en declive, el gobierno lucha por obtener divisas y ha vuelto a recurrir al financiamiento monetario: imprimir bolívares para cubrir los déficits de gasto. Como resultado, los precios de los bienes básicos se han disparado. Un kilo de carne de res se vende ahora entre $7 y $8 en el mercado negro, comparado con $4 hace apenas unos meses.
Trabajadores públicos reportan caídas reales en sus salarios de más del 70% desde comienzos del año, y se están extendiendo huelgas entre trabajadores de la salud, docentes y pensionados.
NAM/El Nuevo Herald