Al menos 66 muertos por las fuertes lluvias en Río de Janeiro
Las fortísimas lluvias caídas durante la tarde y noche del martes han causado la muerte de al menos 66 personas, según los bomberos, en la ciudad de Petrópolis, en una región montañosa cercana a la ciudad de Río de Janeiro.
La cifra de víctimas mortales va avanzando a medida que avanza la jornada. Y los equipos de rescate buscan una cantidad indeterminada aún de desaparecidos. Hubo más de dos centenares de corrimientos de tierras que engulleron viviendas y varios barrios de la ciudad siguen inundados de barro después de que en seis horas hubiera más precipitaciones que las previstas para todo el mes de febrero.
Las autoridades se han movilizado para atender a los afectados del episodio trágico más reciente de una temporada de lluvias que ha causado desde diciembre en Brasil inundaciones mortales en Bahía y en São Paulo, además de retrasar la cosecha y paralizar temporalmente la actividad de las empresas mineras.
Más de 300 vecinos han tenido que ser realojados en escuelas municipales. Y la previsión del tiempo anuncia nuevas tormentas esta tarde y lluvias fuertes tanto el jueves como el viernes. Esta no es la primera ni la más grave de las tragedias causadas en esta zona por las lluvias. Hace poco más de 11 años, más de 900 personas murieron en un solo día en varios municipios, incluido Petrópolis, por las brutales precipitaciones.
Petrópolis queda a unos 70 kilómetros de Río, en la región montañosa del interior del Estado. Gracias a su clima fresco, fue la ciudad en la que el emperador Pedro II se refugiaba para huir del calor de Río, entonces capital. Es un lugar muy visitado por turistas, sobre todo locales.
Vídeos grabados por los vecinos que circulan en redes sociales muestran el desprendimiento de una colina que se lleva varias construcciones por delante. Los efectos de la tromba de agua son visibles en casi todos los rincones de la ciudad, según las imágenes difundidas por televisión, que muestran coches amontonados y en posiciones inimaginables si no fuera por la brutal fuerza del agua.
El Pais