¿Cuántos años tiene el agua que bebemos?
Si te paras a pensarlo bien, estamos rodeados de agua. No hace falta vivir en una isla para que esto sea un hecho que, aunque tal vez más lejano geográficamente en el caso de que te encuentres en la montaña, nos condiciona. El agua, de hecho, marca nuestro ritmo y el de todo lo que signifique la vida misma. Está por todas partes, necesaria y también amenazante, y no solo esconde grandes misterios: el agua es un misterio en sí misma.
Todos los días, miles de millones de seres humanos realizan mecánicamente el mismo gesto decenas de veces: abrir el grifo o tomar una botella de agua mineral para saciar la sed. De una forma u otra, lleva siglos siendo así (ya sabemos que, en la península, los romanos y los árabes canalizaron su curso para beneficiarse más y mejor de ella). Se dice pronto, pero lo de tomar agua lleva con nosotros desde el principio. Entonces, ¿cuál es el origen de este elemento esencial? ¿Sabemos realmente lo que estamos bebiendo? Y sobre todo, ¿podemos calibrar cuántos años tiene?
Sí, claro que podemos saber cuántos años tiene el agua. No obstante, para llegar a una conclusión hay que preguntarse primero de dónde procede exactamente. Así, ¿de dónde procede el agua? Parece una pregunta la mar de sencilla, pero tal vez te sorprenda saber que no, el agua que hay en nuestro planeta no procede del planeta, aunque haya encontrado la forma de asentarse en él de forma sostenible. Toda el agua de la Tierra proviene del espacio.
Más antigua que el Sol
Sí, de la misma forma que los humanos estamos hechos de materia interestelar, el agua también se origina en el espacio. Por tanto, esta fuente de vida es más antigua que la Tierra (con 4.500 millones de años) pero es que también es más antigua que el Sol (4.600 millones). Desde el universo, en algún momento, se fue instalando en cada masa naciente, como si supiera que para que sobrevivieran ella era necesaria.
Lo que sugieren los expertos es que este elemento compuesto por átomos de hidrógeno y oxígeno se formó al comienzo del Universo, probablemente en el corazón mismo de las estrellas. Más concretamente, según los cálculos que hasta la fecha manejan los científicos, parece que tiene una edad canónica estimada entre 4,6 (período de formación de nuestro sistema solar) y catorce mil millones de años (cuando se produce el llamado Big bang).
En este sentido, según un estudio publicado en la revista GeoScienceWorld Elements, buena parte de esa agua que estás bebiendo ahora, y de toda esa que bebemos en la Tierra a diario se formó durante el nacimiento de nuestro sistema solar, hace nada más y nada menos que 4.600 millones de años.
El agua viene de las estrellas
¿Podemos decir entonces que el agua viene de las estrellas? La respuesta es que sí. Sin embargo, comprobamos, por ejemplo, en las diferentes estaciones del año, que no existe un único estado para ella: el agua puede estar líquida, sólida o vagando por el aire. Visto así, y con lo que hemos aprendido llegados a este punto del artículo, ¿es posible que la cantidad de agua en la Tierra aumente con el paso de los siglos o disminuya para volver a vagar por el espacio? Pues no, la cantidad de agua en la Tierra no ha cambiado ni un ápice desde hace 3 mil millones de años.
Eso que decimos de los estados del agua conforma su ciclo, una idea muy importante para entender cómo puede ser que el agua de tu grifo sea la misma que la que recogían tus abuelos, tus tatarabuelos y todos tus ancestros mucho más lejanos. El motivo de todo es que dicho ciclo del agua es un ciclo cerrado. Es decir, durante el mismo, este elemento cambia de estado varias veces, peor siempre vuelve a empezar.
En la atmósfera, el agua está presente en grandes cantidades en estado de vapor. A medida que se enfría, cambia a estado líquido y cae a la Tierra en forma de precipitación. Después de ser utilizada por las plantas o grandes masas de agua líquida (océanos, mares, lagos), se evaporará, gracias a la energía solar, en forma de vapor de agua para volver a la atmósfera, completando así su ciclo.
El asunto no termina aquí. Ya hemos señalado que parte del agua que bebemos todos los días tiene al menos 4.600 millones de años. Pero, ¿cómo aterriza en nuestro vaso? Para los más aturdidos, el agua dulce se extrae de aguas subterráneas o superficiales, es decir, agua de lagos, ríos, arroyos o ríos. Y luego se trata (en general se trata de operaciones de filtración y cloración) para potabilizarlo para el consumo humano. De ahí que aunque sea la misma que la que consumían tus antepasados, corres mucho menos riesgo que ellos de enfermar a causa de su ingesta.
Con información de El Confidencial.