Shinzo Abe, el líder en la sombra de Japón asesinado en un atentado

Tras convertirse en el primer ministro nipón más longevo en el cargo y abandonar el poder en 2020, Shinzo Abe seguía siendo el político más influyente del país hasta hoy, día en el que un atentando ha acabado con su vida.

Abe, de 67 años, fue el mentor del actual primer ministro de Japón, Fumkio Kishida, quien ha mantenido los principales pilares de la estrategia política de su predecesor desde que llegó al poder en octubre del año pasado.

Pese a su retirada de la primera plana, el carisma del «halcón» Abe y sus frecuentes pronunciamientos sobre temas espinosos como la reforma de la constitución pacifista nipona o las tensiones con China seguían definiendo la agenda del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), en contraste con el tono más moderado de Kishida.

El antiguo mandatario no poseía ya ningún alto cargo oficial en el Gobierno ni en su partido, aunque mantenía su escaño de parlamentario, lideraba la principal facción dentro del PLD y, según los mentideros políticos, manejaba a su antojo los hilos de la formación conservadora.

En los últimos meses, volvió a acaparar titulares y a poner a su «protegido» Kishida en apuros con declaraciones en las que apuntaba a una intervención militar japonesa en caso de invasión china de Taiwán, o en las que se mostraba partidario a que Japón albergara armas nucleares de Estados Unidos.

Y es que Abe dejó la jefatura del Gobierno japonés sin haber podido alcanzar su prioridad política, la de ampliar las competencias nacionales de Defensa, para lo cual sería necesario una reforma constitucional que hasta ahora no ha contado con suficiente respaldo político ni ciudadano.

Esta posible reforma es de hecho uno de los temas clave de las elecciones parciales a la Cámara Alta del Parlamento japonés que se celebran este domingo.

Abe, a pesar de su maltrecha salud -se retiró en 2020 por una enfermedad estomacal y ya abandonó un breve mandato previo en 2007 por motivos similares- , se implicó en la campaña participando en mítines a lo largo y ancho de todo el país, tratando de poner al servicio de su partido su tirón entre los votantes más conservadores.

Nacido el 21 de septiembre de 1954 en Tokio, aunque criado en la prefectura de Yamaguchi, la región del sudoeste japonés en la que se asentaba el clan samurái del que desciende su familia, Abe llevaba la política en las venas.

Su abuelo materno fue el imperialista primer ministro Nobusuke Kishi, encarcelado durante tres años como criminal de guerra tras la Segunda Guerra Mundial, aunque luego exculpado y elegido primer ministro de 1957 y 1960. Su padre, Shintaro Abe, fue ministro de Asuntos Exteriores en los gobiernos de Yasuhiro Nakasone en los años ochenta.

Otra figura que marcó su trayectoria fue la de su tío abuelo y Nobel de la Paz Eisaku Sato, uno de los jefes del Ejecutivo más duraderos del país (1964-1972), y al que Abe superó al encadenar mandatos entre diciembre de 2012 y septiembre de 2020.

Licenciado en Ciencias Políticas en 1977 por la Universidad Seikei de Tokio, Abe completó sus estudios en la Universidad del Sur de California (USC) antes de integrarse en el mundo laboral en 1979 en la siderúrgica Kobe Steel.

Tres años más tarde comenzó a implicarse en política como asesor de su padre, quien poco después asumiría la cartera de Exteriores, pero no fue hasta 1993 cuando obtuvo un escaño de diputado del Partido Liberal Democrático representando a un distrito de su prefectura natal, Yamaguchi.

Esta trayectoria se consolidó en 2003 con su nombramiento como secretario general de PLD, un cargo que compaginó con el de portavoz del Gabinete de Junichiro Koizumi, al que sucedería en 2006 como primer ministro.

Con 52 años recién cumplidos, Abe se convirtió en el primer jefe del Ejecutivo de Japón nacido después de la Segunda Guerra Mundial, aunque ese primer mandato duraría apenas un año por sus citados problemas de salud.

De su legado político destaca el mayor perfil internacional que adquirió Japón bajo su mando, estrechando relaciones con Estados Unidos y con la Unión Europea y tratando de mejorar los lazos con Moscú, con quien Tokio mantiene disputas territoriales, aunque este acercamiento se truncó con la invasión rusa de Ucrania.

También lo fue su giro hacia una política de mano dura con Corea del Norte, con cuyo régimen Tokio había sido relativamente benévolo hasta que se confirmó en 2002 una trama de Pionyang para secuestrar japoneses que el propio Abe trató solventar como negociador jefe del Gobierno nipón, o su asociación con Nippon Kaigi, principal grupo de presión ultraconservador de Japón al que también pertenecen Kishida y muchos de los principales políticos de su partido.

Otro de sus grandes hitos fue «Abenomics», su estrategia económica coordinada con el banco central nipón ideada para sacar a la tercera economía mundial de su largo ciclo deflacionario a base de un cuantioso gasto público y de tipos de interés ultrabajos, entre otras medidas flexibilizadoras.

Pese a que Kishida apuesta por lo que define como «un nuevo capitalismo», en la práctica su programa económico es un calco de «Abenomics», el cual en estos momentos se encuentra más cuestionado que nunca debido a la inflación acelerada en Japón por factores externos y a su renqueante economía.

EFE