AP: «No hay fórmula para recuperar el lago si se sigue usando como pozo séptico»

Los humildes pescadores del Lago de Maracaibo se enfrentan cada día con su peor pesadilla. La pesca ha disminuido y cada vez cuentan con menos dinero para mantener a sus familias. Detrás de sus problemas está la contaminación que mina la salubridad y anterior belleza de este gran entorno de agua dulce, uno de los más grandes de América Latina y de los más antiguos del mundo.

El lago, que fue el corazón de la industria petrolera venezolana, registra niveles de contaminación sin precedentes y, según prometió el gobierno, será objeto de un plan de rescate.

Año tras año, la imagen de aguas cristalinas se va quedando en el olvido de los pobladores del estado Zulia, a unos 600 kilómetros al occidente de la capital Caracas. Los visitantes llegaban a pensar que estaban ante el cercano mar Caribe.

Aquel nítido espejo ahora devuelve un reflejo turbio tras décadas de intensiva explotación petrolera en su lecho, así como por el inadecuado mantenimiento y falta de inversión en una infraestructura obsoleta con decenas de miles de kilómetros de tuberías. Las fugas de crudo y las fallas son frecuentes.

También ayudó a destruir su ecosistema, el crecimiento exponencial de la población y de actividades agrícolas, pecuarias, acuícola e industriales, que indiscriminadamente vierten sus desechos en el lago.

Expertos ambientales sostienen que la contaminación petrolera comenzó a principios del siglo XX y se acentuó en la década de 1930, cuando en el extremo norte del lago se cavó un canal de unos 55 kilómetros para permitir la navegación de grandes buques petroleros conectando el lago con mar abierto. Con la entrada del agua salada murió parte de la fauna lacustre.

Al Maracaibo llegan las aguas pluviales de más de un centenar afluentes y los flujos residuales de los estados de Zulia, Mérida y Trujillo —donde viven unos 5,3 millones de personas— debido a la falta de plantas de tratamiento y al ineficiente manejo de la basura. Hasta los desechos del departamento colombiano Norte de Santander, de unos 1,6 millones de habitantes, van a dar al lago.

La fetidez afecta a los residentes de la ciudad de Maracaibo, la segunda más poblada del país, y la proliferación de bacterias genera unas toxinas que pueden ocasionar la muerte masiva de peces por la reducción del oxígeno en el agua y afectar a la salud humana, según las conclusiones del equipo de investigadores de la facultad de Agronomía de la Universidad del Zulia, que por años han estudiado la contaminación en el lago.

Los peces ya no se acercan a la orillas porque la microalga “los ahoga”, dijo a The Associated Press José Aular, un pescador de 61 años. A quien se mete en esas aguas cubiertas de verdín, “le sale un llaguero (úlceras) en el cuerpo”, comentó Aular. “Lo digo por experiencia”, recalcó refiriéndose a una afección cutánea que le obligó a dejar de trabajar por un largo tiempo.

La contaminación del lago es añeja, pero es ahora cuando se evidencia en las costas, dijo Beltrán Briceño, profesor de la Universidad del Zulia y jefe del equipo de investigación y del laboratorio de microbiología del Instituto de Investigaciones Agronómicas.

Si continúan las descargas de residuos y se mantienen paralizadas las casi tres decenas de plantas de tratamientos destartaladas que no funcionan desde hace años, “vamos a seguir colapsando el lago”, acotó el experto en microbiología ambiental y biotecnología de microalgas y cianobacterias

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