Niños y niñas tratan de «pasar desapercibidos» para migrar de Venezuela

Cinco niños venezolanos migrantes murieron en los primeros dos meses de 2022 a través de distintos pasos: Victoria Lugo, de siete años, se ahogó en el Río Grande (México-Estados Unidos); Keiler Vargas, de dos años, falleció en el trayecto entre Perú y Bolivia; Leangel Gutiérrez, de 10 años, murió en un accidente entre Pasto e Ipiales (sur de Colombia), el mismo día y en la misma zona que José Fabian Chacín, de 10 años.

La última muerte denunciada fue de Yaelvis Santoyo Sarabia, de apenas un año y cuatro meses, quien murió luego de que una bala disparada por agentes de seguridad de Trinidad y Tobago le alcanzara el pasado 5 de febrero. El niño iba en los brazos de su madre en una embarcación que salió de Delta Amacuro hacia las costas trinitenses.

La muerte de estos niños y niñas demuestran uno de los tantos peligros a los que se enfrentan los migrantes tras cruzar las fronteras venezolanas, como respuesta a una emergencia humanitaria desde 2016 y una crisis económica que llevó al país a una hiperinflación desde 2018 y de la que apenas sale.

Ligia Bolívar, socióloga e investigadora del Centro de Derechos Humanos de la UCAB, señala que las estadísticas referentes a esta población son extremadamente difíciles porque los niños, niñas y adolescentes «tratan de pasar desapercibidos porque saben que en el momento que los identifique, los echan para atrás».

Estos niños pasan escondidos por trochas o camuflados con otro grupo familiar en los pasos fronterizos, dice la investigadora.

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