Por qué podemos parar de comer ultraprocesados

Ultraprocesados: cuanto menos, mejor. Esa es la principal recomendación de las instituciones sanitarias sobre el consumo de los mismos. ¿Por qué? Por que cuantos más se consuman mayor riesgo hay de padecer enfermedades y trastornos como la diabetes, el cáncer, la obesidad, o la hipertensión entre otras enfermedades.

Precisamente, dietista-nutricionista Julio Basulto ha publicado ‘Come mierda’ (Vergara) un libro en el que, entre otros parámetros, recuerda que la ‘fórmula mágica’ para seguir una dieta equilibrada y gozar de buena salud no es otra que dejar de comer estos, a los ultraprocesados.

Pero, ¿qué son? Zanjándolo rápidamente dice en una entrevista con Infosalus que, por regla general, son «aquellos que aparecen en televisión». Pero siendo un poco más extensos apunta a aquellos que «han sido elaborados industrialmente, a menudo con poca materia prima, y que contienen almidones, aditivos además de azucares y grasas, y que pretenden modificar los aspectos sensoriales del producto». Concretamente, dice que su consumo se relaciona con una peor calidad de la dieta y estos contienen gran cantidad de azúcar, sal, o grasas poco recomendables.

Un truco para identificarlos, según apunta este experto, es su lista larga de ingredientes en el etiquetado, con poca materia prima básica (legumbres, frutas, hortalizas, leche, huevo, pescado entre otros), sumado a los azucares, aceites, antioxidantes, estabilizantes o conservantes, antes citados. También dice Basulto que suelen ser productos ‘listos para consumir’ o bien precocinados.

«Aperitivos dulces o salados, chips; sobre todo las bebidas azucaradas, alcohólicas, o energéticas; las barritas de cereales; los mal llamados ‘cereales del desayuno’; los productos lácteos azucarados como los yogures bebibles; salsa; sopas en polvo o precocinadas; zumos y néctares de frutas; surimi; miel y elaborados con miel; la bollería; las carnes procesada; chocolate o productos con chocolate; la confitería; los productos de comida rápida; los fideos instantáneos; los helados o granizados; o las galletas, por ejemplo», detalla este dietista-nutricionista.

¿Por qué no podemos parar de comerlos?

Basulto lo achaca entre otros puntos a los aditivos, que no son cancerígenos, pero que se emplean como potenciadores o modificadores del sabor, lo que hace que sea más difícil dejar de comerlos. «Hace que tengan unos sabores muy intensos, por ejemplo, de forma que nos resulta muy complicado dejar de comerlos. Aparte de las ingentes cantidades que se invierte en publicidad», remarca.

A su vez, este dietista-nutricionista y profesor en la Universidad de Vic recuerda que nuestro cerebro está diseñado para sobrevivir a épocas de hambruna: «No sabe si ahora somos refugiados ucranianos o sobrevivimos en un entorno de seguridad alimentaria, y por tanto, cuando te comes un producto muy sabroso, es decir, un ultraprocesado, es un muy difícil dejar de comerlo porque detrás hay mucha ingeniería alimentaria, para que cuando lo comas sigas comiendo, no solo por la cantidad de sal, de azúcar, o de grasa, sino también por su textura, por si cruje, por su temperatura, por los envoltorios, el color que tiene etc.», resalta. Por tanto, concluye que a nuestro le es muy difícil regular su ingesta porque está hecho para sobrevivir y seguimos comiendo cuando algo tiene azúcar y tiene grasa.

¿Por qué ha aumentado su ingesta?

Basulto lamenta que su ingesta ha aumentado notablemente en la última década y debido a «muchos factores», como por ejemplo las dificultades económicas, siendo su consumo más elevado en los sectores desfavorecidos.

Sostiene igualmente que otra de las razones que lleva a la gente a consumir productos ultraprocesados es la dificultad para encontrar tiempo y ganas para cocinar y hacer comida sana.

No obstante, recalca que el factor determinante que lleva a las personas a consumir estos productos malsanos es la publicidad: «La industria alimentaria gasta 30 veces más en publicidad de lo que gastan los gobiernos en el fomento de una dieta sana. Además, esta publicidad se dirige más a los sectores desfavorecidos, no solo con carteles en la calle y con anuncios en televisión, sino por el móvil, gracias al big data. Todo este caos genera que la dieta malsana sea la norma y no la excepción».

Con información de Infosalus.